☯️ El espíritu de la revolución

Empiezo una nueva serie semanal de podcasts sobre resiliencia. Sí, otra vez desde la cárcel.

☯️ El espíritu de la revolución

¿Cómo vamos a hacerlo?

Es lo que todos pensamos en el fondo de nuestras mentes. ¿Cómo va a afrontar la humanidad las próximas décadas? Los retos son más que enormes. La paradoja esencial de nuestro tiempo es que cuanto más apegados estemos a nosotros mismos y a este mundo -a nuestra autocompasión y a este mundo que tenemos que "salvar"- más probabilidades tendremos de fracasar.

La historia de la humanidad está llena de situaciones imposibles en las que todo parece perdido y, de algún modo, la gente sale adelante. Más que eso, al hacerlo, crean una nueva forma de ver y de ser: una nueva civilización. Depende de una palabra: "espíritu". Algo que las élites y sus aliados, los derrotistas de nuestras filas, no pueden ver o no quieren ver. Es nuestra arma secreta, la fuente de un poder sin fin. Con él, podemos derribar imperios mientras nos damos cuenta de que es sólo un día más.

¿Qué es este espíritu? ¿Cómo funciona? Este podcast pretende llevarle a usted y a nuestros movimientos en la dirección correcta: la revolución. El espíritu de la revolución.

Escúchalo en Spotify, Apple, Soundcloud o dondequiera que obtengas tus podcasts. Hemos trabajado para mejorar la calidad del sonido del teléfono de la cárcel y cada episodio vendrá con una transcripción del boletín y una versión en vídeo en Youtube para leerlo.

Hemos publicado los dos primeros episodios en un programa doble. Sumérgete.

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Transcripción de Episodio 1 - La introducción

No me lo esperaba, pero dos días antes de escribir esto me enfrentaba a cuatro años de cárcel. No sabía si me iban a declarar culpable o inocente. Me subieron de las celdas del tribunal con mis coacusados. Todos estábamos acusados de conspiración para causar alteración del orden público sin excusa razonable en un juicio celebrado en Londres. Todos habíamos realizado una llamada de Zoom en 2022 para invitar a la gente a unirse a las acciones de subirse a los puentes sobre la principal autopista que rodea la ciudad, la M25. El objetivo era detener el tráfico día tras día para obligar al gobierno a dejar de conceder nuevas licencias de petróleo y gas. Seguir concediendo estas licencias contribuiría a que el mundo superara los dos grados centígrados, a que hubiera mil millones de refugiados y al peor episodio de sufrimiento de la historia de la humanidad. La ONU ha dicho que tenemos dos años para, cito, "salvar el mundo".

El juez nos había impedido sistemáticamente hablar de las pruebas físicas objetivas de este crimen, lo que llamó, cito, "cambio climático". Nos habíamos negado a que nos impidieran decir la verdad, y por eso el juez hizo que la policía nos arrastrara hasta el núcleo y nos metiera en la cárcel. Y ahora, los cinco estábamos sentados tras el cristal, esperando a que entrara el jurado. Yo me observaba. No estaba seguro de cómo reaccionaría. A veces reacciono bien en esas circunstancias, los grandes momentos de la vida, pero a veces no, sobre todo cuando era más joven.

Nos dijeron que nos pusiéramos de pie. Se pidió al presidente del jurado que diera el veredicto. Yo era el primero de la lista. Por un momento, sentí que me iba a desmayar. Luego me obligué a mirar el símbolo del Estado que había detrás del juez. Me obligué a pensar: este es el Estado que estoy protegiendo, el Estado de la destrucción. No puedo hacer otra cosa. Algo así. Tuve la sensación de consuelo, de formar parte de algo más grande que yo.

"Culpable", dijo la persona del jurado. Una palabra corta, pero que significa mucho. Cuatro años, o cinco como resultó ser, en prisión. Me sentí entumecido. Me senté, mirando al frente. Estaba concentrado, pero sin forzarme. En algún lugar de mi interior había una oleada de pánico, pero la mayor parte de mi ser estaba en calma. Por mi mente no pasaban palabras, o si las había, habría sido algo así como: "Lo que tenga que ser, será". Sentía una cierta paz.

Los otros acusados también fueron declarados culpables. Nos dijeron a todos que nos sentáramos. El juez empezó a hablar. Eran muchas tonterías, como había estado diciendo durante todo el juicio. Uno de mis coacusados se levantó para decir que era indignante. Le gritó que se sentara. La verdad es que no le escuché. Me pasaban otras cosas por la cabeza, o quizá, en cierto sentido, no me pasaba nada por la cabeza. Sólo me observaba a mí mismo.

Cuando salimos del tribunal y nos llevaron a las celdas, algunos de los otros acusados estaban llorando. Todos nos abrazamos. Yo seguía tranquilo. Una vez más, no me estaba forzando, pero tampoco ocurrió sin más. Fue una especie de extraña fusión de gracia y voluntad. Me llevaron de vuelta a mi celda. No esperaba que este estado de ánimo durara, pero duró. Estoy orgulloso de lo que hice. Estaba haciendo lo que hay que hacer cuando las circunstancias se presentan como se han presentado, cuando todo está en equilibrio, cuando la humanidad se enfrenta a su emergencia final.

Dos días después, y sigo bien, aunque esta mañana temprano he empezado a sentir autocompasión y amargura. "¿Qué coño?" Pero no duró. Sin duda podría volver a sentirme así. Tal vez me derrumbe en un ataque de nervios. Nada es seguro. Sólo existe la certeza del momento presente. Entonces, ¿qué estaba pasando aquí? ¿Quién era el verdadero Roger Hallam? ¿El que tenía pánico o el que se sentía en paz? ¿Era el verdadero Roger Hallam el que sentía cosas o era Roger Hallam el que me veía sentir cosas? ¿Tenía yo la capacidad o la voluntad de cambiarme a mí mismo o era Roger Hallam quien me estaba obligando a hacerlo? ¿Era, en cierto sentido, una combinación de todas estas cosas?

¿Y qué pasa con el mundo que me rodea en este momento: el tribunal, las celdas, los condenados leves? Con estas cosas establecidas, son lo que son, pero si es así, ¿cómo es que pueden sentirse tan diferentes? La paz o la amargura: una cosa establecida puede ser muchas cosas si la miras bien. El yo y el mundo son ambiguos. Parece que no se puede llegar al fondo de ellos.

En este podcast no se trata de resolver estas cuestiones, sino de encontrarles sentido sin miedo, teniendo el valor de plantearlas. Lo que yo llamaría un pluralismo de formas de ver. Y como espero mostrar, la revolución que necesitamos para salvarnos en los próximos años requiere que veamos el mundo como algo lleno de espíritu, un sentido que es intangible pero no por ello menos real. Este podcast investiga este espíritu: el espíritu de la revolución.


Como siempre, puedes apuntarte a la resistencia civil no violenta con Just Stop Oil en el Reino Unido o a través de la Red A22 internacionalmente. 


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