La revolución haitiana, el genocidio y nosotros

He estado escuchando un podcast sobre la Revolución de Haití e, incluso para alguien como yo, que ha leído bastante sobre historia brutal, es toda una revelación. En el siglo XVIII, Haití era una colonia de esclavos. El 15% de los esclavos moría en el trayecto desde África. De los que llegaban vivos, la mitad moría en 5 años. Esta fue una política deliberada - trabajarlos hasta la muerte y luego conseguir cuerpos negros frescos de África. La muerte adoptaba muchas formas y el terror era rutinario: castración, crucifixión, todo eso.
El 90% de la población del país era negra, el 10% blanca o de color. Para abreviar, hubo una revuelta de esclavos que duró 10 años. En un momento crítico, los líderes de los esclavos se dirigieron a los "grandes blancos" (los ricos propietarios de las plantaciones) y les ofrecieron volver a ser esclavos, pero con normas. Los blancos se negaron en redondo. Los blancos eran liberales para su época: creían en la propiedad privada, el libre comercio y el imperio de la ley... pero sólo para los blancos. Los negros no debían tener derechos porque eran propiedad. Por supuesto, hablaban de "derechos" de boquilla, pero a la hora de la verdad, como hoy, las vidas de los negros no contaban prácticamente nada. Pensemos en la reacción de nuestra sociedad ante la destrucción de Pakistán. Una rígida ideología racista encubría su ciega codicia. Por eso se negaron a hacer concesión alguna.
Los esclavos volvieron a sublevarse y derrocaron el régimen colonial francés. En respuesta, Francia envió más de 50.000 soldados y plantadores blancos. En dos años, todos habían muerto. Mataron a todos los franceses blancos vivos de la isla. Entraron en todos los pueblos y ciudades, sacaron a la gente a la calle y los fusilaron. Fue un genocidio.
¿Por qué les cuento esto? Porque detrás de todos los horrores -los perros que arrancaban el estómago a los prisioneros negros metidos en jaulas por los soldados blancos- había una realidad inevitable. Haití era la colonia más rentable de América. Y para mantenerla así fue necesario el asesinato organizado de cientos de miles de seres humanos.
¿Le resulta familiar? El mundo occidental está lleno de personas de mentalidad liberal que adoran las ventajas de nuestra sociedad "civilizada": propiedad, economía abierta y Estado de Derecho. Pero para mantener las cosas así va a ser necesario matar a cientos de millones de personas en los trópicos. En el siglo XVIII, la producción de azúcar hacía necesaria la matanza masiva. Hoy es necesaria por la emisión de carbono. La gente come carne, viaja en avión y vota a gobiernos que ignoran el sufrimiento impuesto a la población de Pakistán y otros países pobres. La enorme riqueza creada por el carbono hace necesaria esta indecible injusticia. Pero nos viene muy bien.
No es que los pueblos de Europa siempre hubieran tenido esclavos: cayeron en su total depravación al descubrir la última gallina de los huevos de oro del siglo XVIII: la producción de azúcar basada en plantaciones. Del mismo modo, no nos propusimos destruir el mundo. Encerrar a 1.000 millones de refugiados en las próximas dos décadas es el subproducto de nuestro descubrimiento y adicción a los combustibles fósiles.
Por supuesto, muchas personas hoy en día, al igual que los liberales de la corte de la Francia del siglo XVIII, están familiarizados con esta narrativa, pero siempre se construye dentro del mismo iluso mundo de ensueño al estilo del palacio de Versalles, donde sentimos "piedad" por aquellos a los que matamos y que creemos que pasivamente simplemente morirán. Para los poderes fácticos es inconcebible que aquellos a los que condenamos a muerte se rebelen alguna vez y por eso seguimos sin movernos ni un milímetro, como los Grandes Blancos en Haití, que se niegan incluso a regular la esclavitud. Nuestras sociedades "liberales" no van a pagar ni un céntimo de indemnización al pueblo de Pakistán, a pesar de que la relación causal entre nuestras emisiones de carbono y su sufrimiento está fuera de toda duda.
Lo que no podemos permitirnos es considerar que estos condenados "compadecidos" no son mejores que nosotros. Lo que significa que también estarán más que felices de matar. Cruzarán nuestras fronteras y nos matarán por millones, del mismo modo que el odio absoluto a los blancos condujo a la masacre de Haití. No estoy haciendo ningún juicio moral sobre esto, sino señalando que este será muy probablemente el resultado de las acciones de nuestras élites.
Si permitimos que la psicosis alimentada por la codicia de nuestros gobiernos continúe, no sólo conducirá al genocidio de cientos de millones de vidas negras, sino también al genocidio de cientos de millones de personas que viven en el norte global, muy probablemente nuestros hijos en dos o tres décadas. Si vives por la espada, mueres por la espada, por decirlo en lenguaje antiguo.
¿O sigues pensando que la Historia ha terminado? ¿Que puedes permitir que nuestro gobierno destruya países ajenos sin consecuencias? ¿Que puedes quedarte de brazos cruzados y dejar que se cometan asesinatos a una escala desconocida en la Historia y salirte con la tuya?
La resistencia contra nuestros gobiernos en la actualidad no es sólo un acto esencial de solidaridad, no es sólo un acto del más básico respeto moral por uno mismo, es también una respuesta al terror que sentimos por lo que ocurrirá si no resistimos.O como dice mi amigo, el gran periodista estadounidense Chris Hedges, observador de muchas revoluciones: el cambio real sólo se produce cuando se hace sentir a la gente el miedo a lo que ocurrirá si no cambian.
Para ponerse en contacto con proyectos de resistencia civil en todo el mundo: ring2021@protonmail.com
